Editorial Colón. Barcelona 1990.
254 pag.
Mi nombre: Gonzalo Mena Tortajada.. Español. Nací en el año 1904 en Cuenca, Ciudad Encantada y digo siempre que estoy encantado» de haber nacido allí, porque a pesar de presentarme en mi actividad artística como un Príncipe indio, jamás renegué de mi tierra natal.
El apellido Tortajada escrito al revés es DAJA-TARTO, nombre artístico por el que se me conoce.
Recuerdo que en mi infancia fui muy travieso y rebelde hasta el punto de que mis padres se vieron obligados a internarme en el Correccional de Santa Rita, donde permanecí durante dos años antes de lograr escaparme y en el que ya no volvieron a admitirme. Empezaba a vislumbrarse la gran personalidad que me ha caracterizado toda la vida por haber hecho siempre mi santa voluntad.
A los once años, por una recomendación, me colocaron de botones en el Hotel Ritz. En esta época conocí a personajes importantes entre los que he de destacar a Charles Chaplin, a Francisco Cambó, al Conde de Romanones, a Antonio Maura, etc., etc.
Hacia el año 1919 me reunía con un grupo de aficionados a los toros y, por las noches, toreábamos de «salón> con Emilio Méndez, Sacristán, Fuentes y Ramón Corpas (padre de los toreros Corpas). Como disponía de algún dinero y ya tenía el «gusanillo» de los toros, hice amistad con un tal «Santitos», que me propuso ir a Talavera de la Reina a ver la corrida de Joselito. Como ese día estaba libre del trabajo del hotel, acepté y nos marchamos los dos a Talavera. Fue precisamente el día de la desgraciada muerte de Joselito ya en el año 1920. Por esta causa, con el jaleo que se armó, se nos hizo tarde y no pudimos coger el tren de regreso a Madrid y, ante el temor que teníamos a nuestros padres, no volvimos a casa ninguno de los dos.
Esto motivó que perdiese mi colocación en el hotel. Así que, unas veces por carretera y otras colados en los trenes, llegamos a Barcelona. Ya hecho a la aventura y no encontrando ocupación en esta ciudad, dejé a «Santitos» porque éste no tenía valor para ir en un barco de polizón y regresó a su casa y yo me enrolé de pinche. Ayudando al cocinero llegué a Melilla con mi recién adquirida experiencia.
En el año 21 surge el desastre de El Anual. Toda Melilla marchó al muelle con la esperanza de embarcarse, aunque hubiese sido en una barquichuela. Los moros tiraban desde el Gurugú y caían los obuses en el barrio Real de Melilla. Dos días en el muelle esperando una tabla de salvación que no llegaba. A las siete de la mañana del tercer día entró un barco con una bandera del Tercio; al frente venían los legionarios de Ceuta, con el teniente coronel Millán Astray y, de comandante, Francisco Franco. Mientras el barco arribaba al muelle, Millán Astray pronunció una arenga con la que enardeció los ánimos. Efectivamente, salieron para la Segunda Caseta que es donde los moros se habían hecho fuertes, y luchando cuerpo a cuerpo, consiguieron arrojarles de sus posiciones y adueñarse de la situación.
Volvió la normalidad, salvándose de una muerte cierta todos los habitantes de Melilla.
A los pocos días, comí una ración de caracoles morunos, y qué infección intestinal cogí! Me había contagiado el tifus y estuve dos meses en el Hospital de Infecciosos.
Al salir, como me había quedado sin colocación, cogí otro barco también de polizón y desembarqué en Málaga.
....
Llegó el momento de servir a-la Patria. Fui de la quinta del 25. Me tocó el Décimo Ligero de Artillería, en Getafe. A los cinco meses me trasladaron a Barbastro, en Huesca. Era un pueblo pequeño y bastante aburrido y me dio por comprar libros de Julio Veme, de Alejandro Dumas, etc. Uno de esos días de adquisición de libros, cayó en mis manos uno que se titulaba «Misterios de la India» .Este libro cambió mi vida por completo. Empecé a estudiar los experimentos e intrigas de los fakires. Según leía y releía estos libros (que rebuscaba en las dos únicas librerías de libros viejos) me propuse definitivamente olvidarme de los toros y crear y montar un número de fakir que no se pareciese a ninguno.
Tantas pruebas hice con mi cuerpo y con tanta voluntad que, en año y medio que me quedaba por terminar el servicio militar, conseguí maravillas. Entusiasmé a los soldados y logré hacer experimentos extraordinarios sin imaginarme que, después de pasado algún tiempo, pudiera intrigar a los públicos y asombrar a la Ciencia Médica.
Me licencié y marché a Madrid. Con un gran esfuerzo de voluntad conseguí olvidarme del asunto del toreo y me propuse ser un artista de fama. Me presenté en el desaparecido Café Madrid y empecé a hacer amistad con artistas de circo y variedades.
El apellido Tortajada escrito al revés es DAJA-TARTO, nombre artístico por el que se me conoce.
Mis padres, Jesús y Saturnina, tuvieron cinco hijos: Gonzalo, Magdalena, Luis, Francisco y Manuel, falleciendo estos dos últimos a temprana edad. Los diez primeros años de mi vida transcurrieron en Cuenca sin nada digno de mención. Mi padre era sastre y ganaba un sueldo ínfimo. Cursó una instancia a la Dirección General de Seguridad de Madrid solicitando una plaza de guardia que le concedieron. Por ese motivo toda la familia nos trasladamos a la capital de Espana.
Recuerdo que en mi infancia fui muy travieso y rebelde hasta el punto de que mis padres se vieron obligados a internarme en el Correccional de Santa Rita, donde permanecí durante dos años antes de lograr escaparme y en el que ya no volvieron a admitirme. Empezaba a vislumbrarse la gran personalidad que me ha caracterizado toda la vida por haber hecho siempre mi santa voluntad.
A los once años, por una recomendación, me colocaron de botones en el Hotel Ritz. En esta época conocí a personajes importantes entre los que he de destacar a Charles Chaplin, a Francisco Cambó, al Conde de Romanones, a Antonio Maura, etc., etc.
Hacia el año 1919 me reunía con un grupo de aficionados a los toros y, por las noches, toreábamos de «salón> con Emilio Méndez, Sacristán, Fuentes y Ramón Corpas (padre de los toreros Corpas). Como disponía de algún dinero y ya tenía el «gusanillo» de los toros, hice amistad con un tal «Santitos», que me propuso ir a Talavera de la Reina a ver la corrida de Joselito. Como ese día estaba libre del trabajo del hotel, acepté y nos marchamos los dos a Talavera. Fue precisamente el día de la desgraciada muerte de Joselito ya en el año 1920. Por esta causa, con el jaleo que se armó, se nos hizo tarde y no pudimos coger el tren de regreso a Madrid y, ante el temor que teníamos a nuestros padres, no volvimos a casa ninguno de los dos.
Esto motivó que perdiese mi colocación en el hotel. Así que, unas veces por carretera y otras colados en los trenes, llegamos a Barcelona. Ya hecho a la aventura y no encontrando ocupación en esta ciudad, dejé a «Santitos» porque éste no tenía valor para ir en un barco de polizón y regresó a su casa y yo me enrolé de pinche. Ayudando al cocinero llegué a Melilla con mi recién adquirida experiencia.
En el año 21 surge el desastre de El Anual. Toda Melilla marchó al muelle con la esperanza de embarcarse, aunque hubiese sido en una barquichuela. Los moros tiraban desde el Gurugú y caían los obuses en el barrio Real de Melilla. Dos días en el muelle esperando una tabla de salvación que no llegaba. A las siete de la mañana del tercer día entró un barco con una bandera del Tercio; al frente venían los legionarios de Ceuta, con el teniente coronel Millán Astray y, de comandante, Francisco Franco. Mientras el barco arribaba al muelle, Millán Astray pronunció una arenga con la que enardeció los ánimos. Efectivamente, salieron para la Segunda Caseta que es donde los moros se habían hecho fuertes, y luchando cuerpo a cuerpo, consiguieron arrojarles de sus posiciones y adueñarse de la situación.
Volvió la normalidad, salvándose de una muerte cierta todos los habitantes de Melilla.
A los pocos días, comí una ración de caracoles morunos, y qué infección intestinal cogí! Me había contagiado el tifus y estuve dos meses en el Hospital de Infecciosos.
Al salir, como me había quedado sin colocación, cogí otro barco también de polizón y desembarqué en Málaga.
....
Llegó el momento de servir a-la Patria. Fui de la quinta del 25. Me tocó el Décimo Ligero de Artillería, en Getafe. A los cinco meses me trasladaron a Barbastro, en Huesca. Era un pueblo pequeño y bastante aburrido y me dio por comprar libros de Julio Veme, de Alejandro Dumas, etc. Uno de esos días de adquisición de libros, cayó en mis manos uno que se titulaba «Misterios de la India» .Este libro cambió mi vida por completo. Empecé a estudiar los experimentos e intrigas de los fakires. Según leía y releía estos libros (que rebuscaba en las dos únicas librerías de libros viejos) me propuse definitivamente olvidarme de los toros y crear y montar un número de fakir que no se pareciese a ninguno.
Tantas pruebas hice con mi cuerpo y con tanta voluntad que, en año y medio que me quedaba por terminar el servicio militar, conseguí maravillas. Entusiasmé a los soldados y logré hacer experimentos extraordinarios sin imaginarme que, después de pasado algún tiempo, pudiera intrigar a los públicos y asombrar a la Ciencia Médica.
Me licencié y marché a Madrid. Con un gran esfuerzo de voluntad conseguí olvidarme del asunto del toreo y me propuse ser un artista de fama. Me presenté en el desaparecido Café Madrid y empecé a hacer amistad con artistas de circo y variedades.
3 comentarios:
Excelente libro!!. Hay alguna forma de conseguir este material en alguna libreria . Soy Martìn de la Argentina. Felicitaciones por este blog
No hay ninguna a la venta. Lo siento. Un saludo
tengo uno a la venta
Publicar un comentario